-¡Shakti!- Se escuchó en un estruendo que pulverizó mil planetas.
La diosa meditaba como lo hacía por cerca de un milenio, transportándose a placer por el universo al tiempo que huía de Bhairava, que ahora la había encontrado. Al escuchar su nombre volteó temblando, su mueca era de miedo y resignación, sus ojos brillaban como si sonriera. –Me encontraste nuevamente… hace días supuse que esto pasaría-. -Te has vuelto poderosa, si no me has invocado no hubiera dado contigo… ¿Te aburriste ya del puritanismo védico?, ¿Cuánto llevas sin comida ni bebida? ¿Cuánto sin bailar? ¿Cuánto sin procrear?– La voz del demonio generó un huracán estelar que devoró cientos de galaxias, la vía láctea entre ellas. En otros tiempos Shakti lo hubiera abrazado y besado ipso facto, quizás en otros más recientes hubiera llorado de culpa al verlo y corrido sin rumbo como una niña, esta vez le tomó solo un par de años recomponer en una sonrisa, “Es mi demonio, me ha acompañado siempre… es parte de mi” pensó mientras recorría nuevamente los antiguos delirios y congojas. -¿Vino?- lo miró a los ojos mientras le servía una copa del tamaño de júpiter. Esta es la historia de una juerga que duró mil años; se bebió, hubo vino para secar un millón de galaxias; se bailó, a veces ondulando sus cuerpos con suavidad, cambiando el orden gravitatorio del universo a cada vaivén, a veces en un trance tan violento que de cada nuevo paso se formaba un agujero negro; se copuló, cien mil planetas fueron creados y poblados en esta unión. Esta farra, como todas las demás cosas, en algún momento terminó, Shakti se sentó y retomó su meditación, todos los planetas a su alrededor empezaron a colorearse de verde y azul. Muy a lo lejos aún podía escuchar al demonio de los ocho brazos y tres cabezas en voz melancólica -¡¿Otra vez me abandonas?!-, después gritó con furia -¡Ingrata!-, finalmente rio burlonamente, -Date cuenta, ¡Eres mala!, ¡Eres débil!, ¡No mereces la iluminación!-. De pronto todo fue silencio, solo quedó la vibración de OM y la sonrisa de Shakti.
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-Viejo, acabo de recorrer cien ióyanas para encontrarte… mi padre en su lecho de muerte me dijo que te buscara, ¡Ahora enséñame los secretos de la vida y la muerte!- Entonó amenazante Saraswati, nueva emperatriz de Vijayanagara.
El maestro, que alimentaba de su mano a un águila negra, la vio impasible y dibujando una sutil sonrisa contestó –Aún no sabes lo que es el poder, en esta vida no hay nada que yo pueda enseñarte-. La emperatriz entró en cólera al escuchar tales palabras y mandó a cortar su cabeza. Pasaron diez años, durante los cuales el imperio Vijayanagara fue invadido y saqueado por los Pandavas, todo lo que le quedaba para gobernar eran ruinas y hombres desnutridos, cuanto oro y mujeres había, fueron robados, ella misma ahora pertenecía a la corte de esposas del príncipe Bharaiva de los Pandavas. No hubo una noche en la que no despertara escuchando la palabra “PODER” entonada por el último aliento de aquel anciano. Un día mientras caminaba por el mercado, ya no como reina sino como una plebeya cualquiera, reconoció a un niño de más o menos nueve años que caminaba con un águila negra posando cómodamente sobre su hombro, no pudo contener las lágrimas y se arrodilló ante él. –Maestro, por favor dime lo que debo hacer, esta vez no te amenazo, ya solo puedo humillarme ante ti, haré lo que quieras, pero no puedo seguir viviendo así-. El niño le acarició el rostro y mirándola fijo le dijo -Sigues sin saber lo que es el poder, no hay nada que yo pueda enseñarte por ahora-, y siguió su camino a pesar de que Saraswati se aferraba a sus pies para besarlos. Después de esa tarde todavía le tomó un año saber lo que debía hacer, dos años para matar a su marido, cinco para formar un ejército y diez para expulsar al último Pandava de lo que renacería como el Nuevo Vijayanagara, uno que vivió en paz y prosperidad por doscientos años y en el que nunca se volvió a guillotinar a nadie. Un día mientras meditaba escuchó el aleteo de un ave gigantesca que hacía círculos a su alrededor, no abrió los ojos siquiera, solo dibujó una gran sonrisa de gozo y dejó que el águila negra se posara sobre su hombro. |
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Bhanu K.N. Archivos
Agosto 2023
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