Naidu era muy pequeño aun cuando descubrió que la lluvia sobre el nunca cesaba, cuenta que fue alrededor de los cinco años cuando por primera vez volteó y vio aquella nube gris sobre si, a veces tirando una pequeña brisa, a veces unos chubascos como del monzón. Sin importar lo que hiciera o lo que pasara a su alrededor, la nube siempre estaba sobre su cabeza tapándole el sol y mojándolo, había días buenos en que simplemente se resignaba a lo inevitable, había otros en que lloraba mucho, pero sus lágrimas al final se confundían con el agua que lo mojaba siempre.
Cuando tenía como unos diez años sus padres le dijeron que si lo deseaba con mucho fervor algún día la nube se iría. Pero esto nunca pasó. Cuando tenía cerca de quince años un religioso le dijo que si rezaba con mucha fe, algún día la nube se disiparía. Le rezó a Vishnu a Brahma y a Shiva, les dejó ofrendas durante cinco años, pero la nube siguió ahí. Cuando cumplió veinte, un gran científico en Calcuta le dijo que no hay nada que no se pueda logar si uno se lo propone, y que si trabajaba con todas sus ganas algún día encontraría la fórmula alquímica para secar esa nube. Por diez años usó todo lo que había aprendido, hizo muchos experimentos, muchas veces se sintió cerca de triunfar; por breves momentos parecía que se desvanecía, pero a las pocas horas ahí estaba borrasqueando otra vez. Desolado, decidió dejarlo todo y refugiarse en las montañas. Ahí conoció a un yogi, después de que le platicara a este todas sus desventuras, el viejo lo miró con una sonrisa socarrona y le dio un objeto diciendo “Esto también se lo di a otro que vino quejándose de no tener una nube que le tapara el sol”. Le dio lo que hoy conocemos como un paraguas.
1 Comentario
Karina
8/27/2019 03:29:30 pm
Me he quedado una tarde completa deleitandome con tus historias.
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